El Hobbit: Un viaje inesperado corresponde a la tendencia de afianzar proyectos en el negocio del cine, el film está planteado como la precuela de El señor de los anillos.
Peter Jackson, que está detrás
del film y de la mencionada trilogía, entrega una película entretenida,
que cuenta la historia de un joven Bilbo, que en El señor de los anillos interpretó Ian Holm, personaje que compone Martin Freeman.
El mundo de J. R. R. Tolkien, el
autor en que se basa la historia, se despliega con una gran cantidad de
efectos y atmósferas. El cine de Hollywood tiene un problema, muchas
veces su aparatosa grandilocuencia no se equipara con su historia; en
ese aspecto El Hobbit falla, sus mejores momentos llegan cuando los efectos están mesurados, sin el exceso acostumbrado.
Uno de las mejores secuencias de El Hobbit
es la aparición de Gollum, el juego argumentativo entre él y Bilbo está
muy logrado, ambos hacen acertijos para lograr sus objetivos: comer,
para Gollum, y encontrar una salida, para Bilbo. La secuencia es
admirable, hace pensar que al cine de Estados Unidos le falta ingenio,
retar al espectador, decirle más con menos elementos.
El otro punto fuerte del film es el personaje principal de El Hobbit,
un ser acostumbrado a la comodidad (¿cuándo fue que te habituaste a tu
casa y la vajilla de tu madre?, le preguntan a Bilbo), que rehúye el
riesgo. Un hombre contemporáneo, afianzado a su rutina, sin meterse en
líos.
Jackson encontró en El Hobbit una manera de alargar una franquicia que quizá no resista su fascinación barroca por los excesos y efectos especiales.
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